La figura del vocal de mesa en Chile es una pieza clave del sistema democrático. Su misión principal es asegurar que las elecciones se desarrollen de manera transparente, ordenada y conforme a la ley.
Tras la independencia en 1818, Chile comenzó a establecer mecanismos formales de participación política. Durante el siglo XIX, el sufragio estaba reservado para hombres con un mínimo de dinero y de eduación, siendo poco representativa de la opinión del pueblo
En estos primeros comicios, los encargados de contar votos y supervisar el acto electoral eran principalmente autoridades locales, delegados municipales o vecinos notables designados por sus pares. No existía aún una figura estandarizada como la del vocal de mesa actual.
Con la Constitución de 1925 y las reformas electorales posteriores, se comenzó a establecer una mayor institucionalidad en el proceso electoral. Fue durante el siglo XX, especialmente tras la creación del Registro Electoral y más tarde del Servicio Electoral de Chile (Servel) en 1986, que se consolidó formalmente el rol del vocal de mesa como lo conocemos hoy.
El vocal de mesa pasó a ser un ciudadano común seleccionado aleatoriamente por el sistema, con la obligación de recibir capacitación y cumplir con deberes específicos durante las elecciones.
Hoy, los vocales de mesa son responsables de constituir la mesa de votación, verificar la identidad de los votantes, entregar las papeletas, asistir en el conteo de votos y firmar el acta de escrutinio. Esta labor se considera una función pública y su cumplimiento es obligatorio bajo pena de multa si se incumple sin justificación.
En las últimas décadas, se han introducido cambios importantes como el voto voluntario (desde 2012), el padrón automático y la implementación de tecnologías que han permitido mejorar el proceso de nombramiento y excusas de vocales, que ahora pueden realizarse en línea.